Un día después de que Mabel Peter cumpliera 10 años, tres mujeres mayores le sujetaron firmemente las piernas mientras su madre le presionaba contra los pechos un objeto ardiente, recién retirado del fuego.
Por El País
La niña, refugiada camerunesa en el pueblo nigeriano de Abiao, aulló de dolor. Han pasado dos décadas y Peter, de 32 años, vive con su marido en la capital de Nigeria, Abuya, y todavía padece las secuelas de aquella tortura.
Sufre fuertes dolores, sus pechos son desiguales y se han vuelto flácidos porque los músculos se han debilitado. “Al principio pensaba que tener dolor era normal y tomaba analgésicos. Cuando me casé, empeoró y el doctor me confirmó que eran secuelas del material usado para planchar mis pechos”, explica la mujer a este diario.
Naciones Unidas ha calificado el planchado de senos como una de las cinco violencias contra la mujer menos documentadas del mundo. Diversos informes mencionan que unos 3,8 millones de adolescentes africanas la han podido padecer y citan a la ONU como fuente de esta estimación, pero no existen datos contrastados. Según la definición de la agencia de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), esta práctica consiste en “masajear o golpear los pechos de las niñas con objetos calientes para suprimir o revertir su crecimiento”. La finalidad es evitar el acoso, la violación o el secuestro, en definitiva, que los hombres se sientan atraídos por una chica y esta pueda seguir con su vida y sus estudios. En muchos casos este acto terriblemente doloroso lo practican las madres de las niñas.
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